Rebecca es el título de una película de Hitchcock y el nombre de la difunta mujer del protagonista, que tras su muerte se casa con una humilde joven. Tras la boda, ambos se van a vivir a una casa dominada por la que era el ama de llaves de Rebecca. Rebecca era guapa, inteligente, brillante, elegante y tenaz y su ama de llaves se encarga de recordarle día a día a la reciente esposa que nunca estará a la altura de la difunta. Por eso yo a las ex novias de mis novios las llamo las Rebeccas. Cuando empiezas una relación, el fantasma de la ex novia sobrevuela el espacio que ocupas con bastante frecuencia. Esta inseguridad es tan delirante que, si no la frenas a tiempo, puedes llegar a imaginar que todo el mundo, incluida tu pareja, te compara con Rebecca. Y que cuando te mira piensa: ''Me gustaba más mirar a Rebecca''. Cuado te coge de la mano piensa: ''Me gustaba más coger la mano de Rebecca''. Y cuando pasas por delante del portero de su casa, crees que comenta con alguna vecina: ''La otra chica me gustaba más''. A lo que la vecina contesta: ''Era mucho más guapa, más lista, más alta, más rubia y con más mundo interior''. Tras conocer a su madre en una comida familiar, imaginas que le susurra en la cocina: ''¿Estás seguro de que te gusta? Hemos gastado mucho dinero en tu educación, piénsalo bien''. El día que te presenta a sus amigos te lanzas a hacer una broma para romper el hielo mientras crees que todos piensan: ''Me aburro... La otra era más graciosa''. Porque una ex novia lo es para siempre, sin embargo, el podio de la novia suele tener una permanencia limitada. Pero estoy segura de que el ama de llaves de Rebecca representa el monólogo interior; esa vocecilla que intenta que no te muevas de donde estás, que camines con miedo para tenerte controlado, que a cada paso que das te recuerda que podrías fracasar. La buena noticia es que en la película de Hitchcock esta mujer malvada muere al final. Quizá matarla sea un poco extremo, pero cada uno sabrá al menos cómo dejar afónica a esa ama de llaves, para que nos permita vivir sin el miedo a no estar a la altura de nuestros propios fantasmas.
B.A