¿Sabéis que es
lo peor de estar mal? ¿Eh? ¿Lo sabéis? (Si no me contesta nadie me vuelvo a la
cama a escuchar a Leonard Cohen y a Nick Drake mientras leo poemas de Pessoa).
Bueno, pues lo peor de estar mal para mí no tiene nada que ver con el
sufrimiento que se experimenta ni con sentir que no vas a poder levantarte de
la cama ni con las obsesiones en las que te sumerge la tristeza. Lo peor de
estar mal es que te conviertes en el centro del universo y, además, lo
encuentras de lo más lógico. De repente, sólo existes tú, eres lo más
importante, lo que te ocurre es una prioridad y crees que todo el mundo debería
tratarte como si fueras el único ser del planeta. Estar mal es el estado mas egoísta
que existe. Yo, que recientemente he estado mal (no me gusta quejarme, pero..)
¡Dios , qué mal he estado!, me sentaba en el sofá, muy triste y deprimida a
esperar que el mundo me reclamara. Miraba fijamente el teléfono confirmando que
no me estaba llamando todo Cristo para comprobar que sigo viva. Que sólo me
faltaba ir haciendo una lista negra con todos aquellos que no me hacen caso en
plena crisis. Esta crisis mía que debería ocupar las portadas de todos los
periódicos serios del país (ambas palabras se contradicen lo sé). Hasta que te
dices "oye tía, (sí, yo a veces me llamo tía), ¿y si llamas tú? El Samur
no va puerta por puerta preguntando si alguien necesitas ser trasladado en
ambulancia, son las personas las que llaman para solicitarla. Pero cuando, por fin
decides llamar y pedir ayuda para que tus amigos te saquen del hoyo, observas
que tienes a tu ego agarrado a la pierna, llorando arrastrado y gritando enrabietado
que no llames, que no te humilles, que no le hagas esto. Y con las rabietas
infantiles la única solución es no escuchar, no prestarle atención y esperar a
que al niño se le pase el cabreo. Normalmente no se le pasa hasta el siguiente
asalto. Ni siquiera quiero entrar en lo moral de si ser un egocéntrico es bueno
o malo, el problema está en que los egocéntricos son absolutamente infelices
(los egocéntricos, ellos, como si la cosa no fuera conmigo). Otro de los
peligros de estar mal es que te sientes eximido de toda responsabilidad.
Imagino que por eso hay tantos seres humanos instalados en la queja permanente,
en el abismo anímico, en la limitación neuronal a la que te arrastra el
sufrimiento, en la oscura especulación de un cerebro maltratado por su dueño.
Que quede claro que, cuando hablo de estar mal, me refiero a la decisión de
estarlo. Me refiero al capricho vital de intentar que las cosas salgan siempre
como queremos, de centrar la vida en conseguir nuestros deseos y frustrarnos si
no los conseguimos (o frustrarnos al conseguirlos, elegir otros nuevos, volver
a frustrarnos y entrar así en un bucle interminable para luego ya morirnos).
Estar mal va en contra de la voluntad esencial de cada individuo (con este tipo
de afirmaciones solo me falta plantarme una túnica y predicar mis enseñanzas
sobre una colina). Por eso, yo digo: !bienaventurados los que deciden estar
bien, porque de ellos dependerá el rumbo de la humanidad! (creo que debería
despedirme. Se me está subiendo a la cabeza).