Cierto día, cenando en cierto sitio con cierta persona, me dijo algo que me acompañará como un lastre durante el resto de mi vida "Cuando vayas a casarte con una mujer, mira a su madre. Si te gusta, cásate. Sino, no lo hagas, porque acabará como ella". Y os revelaré una cosa ¡qué verdad tan cierta! Aunque nos duele. Porque sí, nos duele. A mí me dolió al enterarme ese sábado en la cantina Mejicana. No me gusta que los hombres desenmascaren por sí solitos tales crudezas de la existencia femenina. ¿¡Qué no tenemos ya suficiente con la revolución Francesa hormonal, con el hecho de que tengamos que parir, y con tener a esa vecina porculera llamada Regla?! Para que ahora nos digan que vamos a acabar como nuestras madres. Pues sí, vamos a "acabar" porque ese dato acabará con nosotras. Acabaremos llamando X días a la semana a tal hora establecida a nuestros hijos. Acabaremos quejándonos de que "nunca me cuentas nada". Acabaremos preguntándoles cómo, cuándo, por qué, a dónde y con quién cuando salgan. No nos creeremos el "con estos por ahí". Acabaremos diciendo sus mismas frases y haciendo sus mismos gestos de desesperación. Acabaremos gritando que "¡Ésta casa no es un hotel!" pero la comida estará siempre lista y las sábanas limpias. Acabaremos recitando dichos populares tales como "Cuando seas padre comerás huevos" o "Porque no". A mí sinceramente me da repelús. Es algo así como el complejo de Edipo. Querer matar a tu madre para poder casarte con tu padre. Y ajá. Tuve una revelación hace unos años a causa de una crisis amorosa (sí, aquí donde me veis a esta tía también la han rechazado) y entre lloros, sollozos y mocarros me di cuenta de que el hombre más perfecto que conocía, el príncipe que azul que todas buscamos resulta que no es príncipe, sino rey. En efecto, nuestro padre. Él lo tiene todo, nos gustan tanto sus virtudes como sus defectos y como ya somos inmunes a ellos y estamos acostumbradas, suponemos que podremos vivir el resto de nuestra vida con un hombre igual que él. Pero si nosotras le buscamos a él, eso significa... que ellos la buscan a ella; a su madre. Ay Diosito. Bueno, os resumo entonces en qué ha quedado todo esto de revelaciones, verdades y misterios: somos un cocktail de madres y suegras.
M.