Imagino que la realidad tiene
tanas caras como individuos existen en el mundo, porque cada uno tiene la suya.
¿Pero qué es real y que no lo es?. ¿Cómo distinguir nuestra realidad de la
realidad de los demás?.
Vivimos en un sistema dedicado a conformar una misma
idea de realidad para todos. Un sistema que intenta ponernos de acuerdo hasta
que lleguemos a creer que existe una realidad objetiva. Como si nuestro
universo personal no influyera en el transcurso de los acontecimientos y
fuéramos meros espectadores de una representación de la realidad que nada tiene
que ver con nosotros. Pero la objetividad es imposible a no ser que seamos
objetos en vez de sujetos (esto no lo digo yo, lo dice Kant).
Si yo fuera una
mesa en vez de ser una persona, mi realidad sería objetiva, pero no soy una
mesa (lo he chequeado antes de escribir esta afirmación). Por eso sólo podemos
hablar desde la subjetividad (por el momento, quizás algún día seamos capaces
de salir de nosotros y levantar el vuelo para mirar el mundo). Pero una vez que
el sistema (que también somos nosotros) consigue que creamos que hay una sola
realidad y que además es objetiva, lo que hacemos es castrar nuestras
percepciones para adaptarnos a la realidad común impuesta.
No hay tal
realidad común. Quizás exista una esencia común de la humanidad, el aire es
común para todos, pero la realidad no puede serlo. Y al final uno tiene miedo a
salirse de la realidad que comparte con el resto, de quedarse solo en su
realidad, de que su realidad esté equivocada porque no coincide con la que le
están contando. Ahí se juntas dos de los miedos que más percibo a mi
alrededor: el miedo a la soledad y el miedo a la locura. Por culpa de ese miedo
perdemos el impulso artístico, el impulso de la creación que tiene cada ser humano
y que entre todos vamos lastrando.
Siempre se ha tachado a los grandes genios
de locos, quizá porque lo fueran, o quizá porque mostraran su realidad única
sin miedo a salirse del trazo social impuesto. Pero ahí estamos todos, como
inquisidores, esperando a ver quién se sale del lienzo, del verso, de la
estrofa que estamos predispuestos a escuchar.
B.A