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viernes, mayo 24

Los peces no cierran los ojos



Me detuve a mirarla. El vestido blanco, una pequeña margarita en la oreja, un olor distinto al aceite de almendras; la miraba, con la mirada atascada en ella. Fue la primera noción cierta de la belleza femenina. Que no está en las portadas de las revistas, en las pasarelas, en las pantallas, que en cambio está de repente a tu lado. Que te sobresalta y te vacía. Sonrió. A partir de las comisuras de la boca, la sonrisa invadió el resto de su cara y bajó por todo su cuerpo hasta los pies, que sonrieron también.

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