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miércoles, agosto 14

Tía, no te rayes


Por todos es conocido que los hombres y las mujeres tenemos grandes diferenciasque podemos apreciar de manera muy clara en nuestro día a día. Estas diferencias (al margen de que en los restaurantes de postín las mujeres identificarán el lavabo de manera inmediata con la puerta en la que luce un dedal de porcelana china que tiene una grulla cantando al alba y los varones lo harán con la del dedal de porcelana china que tiene una grulla cantando al anochecer)  podemos apreciarlas sobre todo en la manera de afrontar los problemas de los colegas en uno y otro caso.
Mientras que los hombres nos complicamos la vida con elaborados métodos para eliminar el drama de nuestros amigos en momentos de necesidad, que han dado como resultado complejas frases como “¿a quién hay que partirle las piernas?”“deja de pensar en eso y vamos a emborracharnos” o “vamos a emborracharnos y después le partimos las piernas”, ellas han sido capaces de aunar en una sola frase los sentimientos de “me preocupo por ti, amiga” y “tampoco somos tan amigas como para que me des la brasa de esta manera”; y lo llevan haciendo desde tiempos inmemoriales con “tía, no te rayes”. No hay problema que un “tía, no te rayes” no dé por zanjado.

Aunque el origen de la frase se remonta a la mitología griega, cuando Hera (en griego antiguo "Ἥρα Hēra”, “Ἥρη Hērē” en jónico y griego homérico y “la mayó de la Rea” para las señoras del Olimpo) que no tenía muy buen genio y estaba todo el día inventando cosas para condenar a todas las que miraban a su marido / hermano, Zeus, descubrió que Paris de Troya (primo segundo de Paris de Hilton) había elegido a Afrodita como la diosa más bella en una especie de concurso de misses helénico. Indignada porque ella sabía más de Rusia que ninguna de las otras, cogió un rayo de su marido Zeus e intentó agredir a Afrodita; consiguiendo Atenea impedírselo al grito de “¡tía, no te rayes! Jajajajajja, ¿lo pillas? ¡es que llevas un rayo! ¡NO TE ‘RAYES’!”. Nadie le rió la gracia, y desde entonces Atenea decidió no volver a hacer chistes (por eso al Teatro Ateneo no va El Club de la Comedia), pero la frase ya estaba ahí para generaciones posteriores.La historia lo prueba; ya hace 40.000 años –aproximadamente la segunda temporada de 'Cuéntame'- en tiempos del Paleolítico Superior (o como a mí me gusta llamarlo, Paleolítico de Arriba, donde hacían mucho mejor las paellas que los del Paleolítico de Abajo y gastaban menos jabón en limpiar los platos) las mujeres de cromañón usaban el “tía, no te rayes” como podemos apreciar en laspinturas rupestres, en las que sólo se apreciaban los problemas de los hombres con la caza, porque ellas no se rayaban.

Fue Cleopatra la que en el 51 a.C. volvió a poner de moda la expresión cuando su hermano Ptolomeo XIII, conocido por sus pérdidas de orina, le dijo que no estaba bien lo de liarse con Marco Antonio y después con Julio César, que eran colegas. Ella no se inmutó y le respondió “tía, no te rayes” (porque su hermano llevaba los ojos pintados y podían hablarle en femenino) e hizo lo que le dio la gana, que para eso era reina y guapa.
Tuvieron que pasar muchos años hasta que otra mujer, Juana de Arco, volviera a hacer uso de tan insigne frase. Según las crónicas de la época, Juana fue increpada por su propia compañía para no seguir avanzando en la batalla al grito de “¡Considerad hacer un esfuerzo para volver a la ciudad, o vos y nosotros estaremos perdidos!”, que no es más que una traducción rimbombante del “Tante, ne te casse pas la tête” o “tía, no te rayes, pasa de él que me enmarronas”. Ella, que era muy cabezona y un poco marimacho, no hizo caso y acabó en la hoguera, donde se rayó un poco.
Otros casos de mujeres que no hicieron caso a un “tía, no te rayes” los podemos encontrar en Santa Teresa de Jesús, a la que, según relata el biógrafo francés Pierre Boudot, se le apareció el mismísimo Jesucristo durante su época de clausura y le dijo “tía, no te rayes”, pero ella no pudo evitar rayarse, como demostró posteriormente. O en Marie Curie, que allá por 1898 tuvo la siguiente conversación de Whatsapp con su marido Pierre:

-Pierre, hay una piedra que cuando la cojo me veo las falanges (icono de calavera).
-Tía, no te rayes (icono de flamenca).
-¿Cómo no me voy a rayar? Me rayo. X (que es beso en inglés, porque Marie y Pierre eran muy modernos y veían 'Gossip Girl').

Dándole nombre así a su nuevo descubrimiento.

Y así es como esta frase ha marcado la historia tanto por su uso o como por la falta de este, como es el caso de Jane Austen, a la que alguien le debería haber dicho “tía, no te rayes” o de Frida Kalho, que recibió un “tía, no te rayes” como respuesta al decirle a su mejor amiga de la adolescencia “creo que me está saliendo un poco de entrecejo”.

El caso más reciente de su uso lo tenemos en todos los periódicos. “Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo, tía, no te rayes”. Y problema resuelto.



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