Páginas

lunes, septiembre 2

Vivir


Hay una cosa que hago muy bien (igual hay incluso dos, pero no os quiero abrumar con mis virtudes): yo me emociono mucho. Sí. Cuando toca emocionarse, me lanzo. No soy reflexiva en esto de la emoción. No escatimo en emoción, no guardo reservas anímicas, no, yo voy a por todas (y esto explica bastantes cosas). Porque es muy distinto evitar vivir encadenado a tus propias expectativas que vivir tus experiencias agazapado ante un posible fracaso.
Pondré un ejemplo por si no entendéis a qué me refiero (como si estuviera exponiendo una tesis sobre Schopenhauer). Conoces a alguien que te gusta mucho y durante los primeros días te convences de que no debes hacerte ilusiones, no vaya a ser que la cosa salga mal. Pero a ver, yo pregunto: ¿a alguien le ha funcionado pensar en que va a ir mal y que cuando, efectivamente, vaya mal no le afecte porque ya sabía que iba a ir mal? Si es así, por favor, que levante la mano, que dé un paso al frente o que tire la primera piedra (con algo de habilidad se pueden hacer las tres cosas a la vez).
A veces, tampoco muchas, las cosas van sospechosamente bien. Es entonces cuando empezamos a vivir con escepticismo, esperando que todo forme parte de una broma del destino, que es un cachondo mental. Salimos a la calle pensando que tarde o temprano se acercará alguien con un ramo de flores a decir: “¡Inocente! Que no te han ascendido, ¡que en realidad te han despedido!” “Que no, que no quiero salir contigo, ¡la que me gusta es tu amiga!” “Que no era un resfriado, ¡es una tuberculosis!”. Y caminamos despacito, como si fueran a darnos un susto en cualquier momento: “Me va bien, sí, pero no voy a emocionarme mucho porque nunca se sabe…”. Pues si no te emocionas ahora que va bien, luego, cuando vaya mal, tampoco será el momento para emocionarte, y esto quiere decir que la vida se queda sin huecos donde insertar la emoción. No te puedes poner contento cuando estás contento por si luego estás triste y no te puedes poner contento cuando estás triste porque, como todos sabemos, sería una flagrante contradicción. Y ponerte contento cuando estás neutro resultaría muy desconcertante.
¿Por qué evitar vivir las cosas con intensidad creyendo así prepararnos ante un futuro declive? ¿Estamos abocados a una vida preventiva?
Todo, en algún momento, irá mal. Estaremos tristes, nos dejarán tirados, la persona que nos gusta preferirá a otra persona, la persona que nos gusta nos preferirá a nosotros para acabar prefiriendo a otra persona, preferiremos a una persona que no nos prefiere en vez de a esa que nos prefiere a nosotros (no sé si este concepto ha quedado claro) perderemos el trabajo, meteremos la pata con la gente a la que queremos, nos sentiremos solos y a veces incluso lo estaremos, perseguiremos objetivos que jamás alcanzaremos y luego, ya con todo, moriremos. (Un momento, me estoy deprimiendo)
Pero quiero pensar que la única manera de prepararse ante ese acechante fracaso, es vivir rendido ante esa posible felicidad. Así al menos nos iremos de este mundo sabiendo que hicimos lo que pudimos para convertir nuestra vida en un viaje emocionante. Porque lo es


B.A

No hay comentarios: