“Aunque sea muy dolorosa y aunque/ sea a veces inmunda, siempre, siempre/ la más honda verdad es la alegría”.
Claudio Rodríguez.
Sé que todo acaba. Que lo nuevo mañana es viejo, que aferrarse es perder y mirar atrás una costumbre de anticuario. Sé que la nostalgia es una mujer fatal vestida de recuerdos con olor a certeza y naftalina, esas certezas que -malditas sean- se te clavan en la espalda como arañas en celo y disfrazan tus dudas de evidencias. Mal asunto.
Memento mori es una frase latina que significa “Recuerda que vas a morir“, recuerda que eres mortal. Memento Mori también significa perder la costumbre de dudar. La costumbre de poner en tela cada cambio que pisas y cada voz que no es la tuya. Porque cada certeza y cada sentencia imagino -sé- que son dos pasos más cerca de las tablas y las sombras.
Se supone que no hay mañana, y sin embargo planificamos cada paso que damos al ritmo de las buenas intenciones y los pagos a plazos. No hay mañana, pero tú envuelves regalos de una navidad en la que no crees y sueltas por anticipado la leña de tres meses en el gimnasio (la matrícula, la bendita matrícula). Septiembre. Septiembre está aquí, a punto de salir del chiquero. Se acaba el tiempo de brillar, de cometer errores y pedir la luna en este estío incandescente.
Roll the dice.
No hace tanto alguien -en una noche en llamas- me enseñó este inmenso poema deBukowski. Roll the dice. Tira los dados. Haz tu apuesta. Juega.
No se me ocurre un mejor comienzo para un año (porque el año, recuerden, comienza en septiembre) incandescente.
Hay que jugar.
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