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jueves, noviembre 28

Aspirinas para el alma


Aunque lo habían intentado otros antes, a mí me enseñó a beber whisky una mujer, más guapa y más joven que yo, en un aeropuerto. El día había sido duro y el avión de vuelta a Madrid acumulaba retrasos. Era la una de la madrugada de un jueves y en la T1 del Prat ya sólo quedábamos los rezagados del último vuelo. Teníamos un vale para gastar en el bar y ella decidió por mí: Whisky, a palo seco. "Bebe sorbos pequeños, siente como te va relajando todo el cuerpo". Maldita la razón que tenía. 
 
¿Por qué whisky y no otra cosa? Porque el whisky duele mejor.
 
El whisky es la salida y la llegada. La paz del trabajo bien hecho. Desinfectante para el alma. Es el pasaporte de los nacionales de  "aquí estoy, con mis fortalezas, pero también con mis heridas y mis mierdas". En Madrid, Bogotá o en Osaka. Tengas treinta, cincuenta o setenta tacos. 

Seas de la raza que seas. Las puñeteras Naciones Unidas del final del día.El whisky es un regalo si se bebe cuando toca y como toca. Esto es importante. Una borrachera de whisky acaba en resaca de whisky. Y eso no lo deseas, créeme. Maldecirás tu vida mientras sientes como el mismo diablo te da puñetazos en el estómago. Pero bien tomado te reconcilia contigo mismo, te ayuda a comprender. 
 
El whisky te mira a los ojos del alma. Es él y tú. Dicen que es una relación jodida porque tú lo amas pero él nunca te corresponde. Pero qué relación no lo es.


Hombres de Bien

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