Carpe diem. La frase original se encuentra en un poema de la obra "Odas" escrita por Horacio (año 65 A.C) que es una versión reducida del original: “carpe diem quam minimum credula postero” cuya traducción es “toma este día y confía tan poco como puedas en el siguiente”. Vive el momento. La expresión cobró especial importancia en la literatura del Renacimiento y el Barroco, pero tú -querido lector- no lo conoces por el soneto de Góngora con el que comienza Ilustre y hermosísima María. No. Lo conoces por El club de los poetas muertos, excelente película de Peter Weir culpable de (tantas) tonterías de nuestra adolescencia.
Años antes (finales de los 60 y principios de los 70) el gritoCarpe diem se dibujaba en los carteles a la vera de aquel "Lo que sientes es todo lo que importa, porque todo lo que importa está hecho de lo que sientes": el Flower Power de Allen Ginsberg, la contracultura que nació una década antes en la América desolada de los beatniks: Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs. Los barros de los que nacieron los lodos del inconformismo que hoy va impreso en esas zapatillas de cien pavos que tanto te gustan.
"No dejar escapar el hoy, es lo que te hará grande mañana" es el nuevo eslogan de la nueva Iberia que se ha presentado esta misma semana. Just do it. Hazlo; ahora. Smell the flowers while you can, una cita del artista estadounidense David Wojnarowicz que U2 prostituyó hasta el infinito. El Think Different de aquella Apple que ya no existe o el Rebel by Choice cosido a -a máquina- en todas las chupas de Harley Davidson. Impossible is nothing (Adidas), Make Believe (Sony) o el Challenge Everything de Electronic Arts.
Vive, juega, paga, rápido, ahora, ya. Hazlo. Vas a morir, chaval. Disfruta del día, no desperdicies las horas de hoy, porque son únicas e irrepetibles. Que lo hagas. Que vivas, coño.
Amo la publicidad y amo (algunas) marcas, pero más que a las dos amo una buena historia y el cuento del Carpe diem ya no lo es. No cuando ilustra cada postal cuqui de Pinterest, cada editorial de moda y tantas letras estúpidas de tantas canciones olvidables de grupos que no importan.
La contracultura del vivir lento. Reflexionar el siguiente paso. Elegir, esperar, parar. Nada valioso se construye en el momento. Regresar -por qué no- al oficio, al maestro y al bolígrafo. Aprender a mirar (a mirarte). Pensar en hoy; pero también en mañana, en todos los mañanas.
Jesús Terrés, Hombres de Bien
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