No llovía, ni
tampoco hacía viento, ni tormenta. Hacía un sol abrasador. De esos que no
perdonan. Un sol que nada más verlo ya ofendía. Ofendía porque dado su estado de ánimo, cualquier cosa que pudiera
provocar felicidad en el resto del mundo le era del todo insultante. El tiempo
no iba a la moda con sus sentimientos. Por eso, cuando llegó el momento de la
despedida, miró al cielo unos segundos para cerciorarse de que el sol seguía
ahí, que no había cedido a sus plegarias de irse corriendo del cielo y dejar
paso a alguna lagrimilla de agua que en ese momento le era del todo necesaria
para ir acorde con la situación. Le faltaba valor, cierto. Y las dudas le
subían por los dedos de los pies intentando hacerse hueco en su cabeza.
Conseguían que su lengua se liara a sí misma y que la voz se le rompiera en mil
pedacitos antes incluso de salir a la luz. Pero a pesar de todo, por increíble
que parezca , corazón consiguió tirar de cabeza. Tiró cuando ésta negaba lo
evidente, cuando no quería ver la realidad y mantenía al cuerpo obediente. Tiró
el corazón incluso cuando los demás trataban de convencer a la cabeza de que la
vista la engañaba, los oídos la traicionaban y los besos estaban
sobrevalorados. Tiró corazón porque por una vez había que hacer de tripas cabeza.
Y tras mucho tiempo estando viviendo de lo que un día habían sido, comiendo de
lo que hubo entre ellos, y bebiendo de esperanzas, su corazón dijo basta. Poco
a poco se habían ido tejiendo unas heridas que se han quedado ahí latentes
hasta ahora, por mucho que ha intentado sellarlas con un poco de perdón, olvido
y madurez. Pero al igual que el primer amor, las primeras heridas nunca mueren.
Así que por fin, ahorrando una poca de valentía por el camino a su cita, dijo
adiós. Le costó, sí, porque no quería abandonar aquellos brazos de falso
confort y esos besos que sabían distantes. Pero sabía que cuanto más siguiera
con aquella mentira más grande sería la caída y la humillación cuando todo
fallara. Porque aquella relación estaba condenada al vacío en el momento en que
uno de los dos perdiera más de lo que ganaba. Ecuaciones así no sobreviven
mucho. Dijo adiós al mismo tiempo que le plantaba un beso suave y fugaz, como
ellos. Pero antes de darle la espalda, le dio las últimas palabras sinceras que
escribió su corazón; para que no olvidara cuánto llegó a sentir incluso cuando
sabía que nada era real.
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