Nos quedamos hasta
la hora de las sombras. Antes de la despedida es costumbre intercambiarse
direcciones, promesas de escribirse. Nos dijimos nosotros no.
No nos arrastremos
tras una promesa para traicionarla. Sabemos perfectamente que no volveremos a
vernos. Y si ocurre, seremos diferentes y no nos reconoceremos.
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