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viernes, noviembre 29

Algún día encontraras a alguien a la medida. Que se olvide de tu pasado, de tus fracasos, que no le importe lo que fuiste, lo que hiciste, lo que algún día por malos actos tal vez perdiste. Alguien que te levante, que te perdone, que te cuide, que llore contigo y si es necesario te haga llorar, alguien que te entienda cuando ni siquiera tu lo haces. Alguien que al entrar en tu vida te hará saber porque no funcionó nada con alguien más, alguien a la medida.

jueves, noviembre 28

Aspirinas para el alma


Aunque lo habían intentado otros antes, a mí me enseñó a beber whisky una mujer, más guapa y más joven que yo, en un aeropuerto. El día había sido duro y el avión de vuelta a Madrid acumulaba retrasos. Era la una de la madrugada de un jueves y en la T1 del Prat ya sólo quedábamos los rezagados del último vuelo. Teníamos un vale para gastar en el bar y ella decidió por mí: Whisky, a palo seco. "Bebe sorbos pequeños, siente como te va relajando todo el cuerpo". Maldita la razón que tenía. 
 
¿Por qué whisky y no otra cosa? Porque el whisky duele mejor.
 
El whisky es la salida y la llegada. La paz del trabajo bien hecho. Desinfectante para el alma. Es el pasaporte de los nacionales de  "aquí estoy, con mis fortalezas, pero también con mis heridas y mis mierdas". En Madrid, Bogotá o en Osaka. Tengas treinta, cincuenta o setenta tacos. 

Seas de la raza que seas. Las puñeteras Naciones Unidas del final del día.El whisky es un regalo si se bebe cuando toca y como toca. Esto es importante. Una borrachera de whisky acaba en resaca de whisky. Y eso no lo deseas, créeme. Maldecirás tu vida mientras sientes como el mismo diablo te da puñetazos en el estómago. Pero bien tomado te reconcilia contigo mismo, te ayuda a comprender. 
 
El whisky te mira a los ojos del alma. Es él y tú. Dicen que es una relación jodida porque tú lo amas pero él nunca te corresponde. Pero qué relación no lo es.


Hombres de Bien

miércoles, noviembre 27

Lo poco que sé de ella


No lo encontré en ningún libro, ni en un artículo de revista cutre, ni en ninguna película por muy profunda que fuese. De la vida aprendí viviéndola, arriesgándome. Solo hay un par de cosas seguras: que viviré unos años, que tendré buenos y malos momentos y que al final moriré. Pero vamos que no te he descubierto nada nuevo con eso.
Lo que sé de la vida lo aprendí a base de conversación, en los mejores momentos con café o ginebra de por medio. Las experiencias no sirven de nada si luego no se reflexiona porque es precisamente eso lo que nos hace mejorar y no volver a cometer el mismo error.  Que vivir a lo loco a los quince está genial pero a partir de cierta edad resulta triste.
Lo primero que aprendí, de muy pequeña ya, es hasta donde llega el amor de unos padres. Da igual lo que hagas, digas o pienses. Da igual la cantidad de veces que pongas a prueba hasta dónde llegan sus límites. Da igual el daño que les hagas porque para ellos cualquier error descomunal es insignificante al lado de la más pequeña de las alegrías. Lo malo es que no supe a apreciar esto hasta que fui bastante más mayor. Nunca hay que olvidar que, con ese apoyo tan desinteresado e infinito, cualquier cosa es posible. Muchas de las cosas que he hecho han sido gracias a eso.
También vi que el control que tienes sobre las cosas que te pasan es mínimo tirando a nulo. El factor suerte existe. Es una realidad. Algunos nacen con él, otros no. Pero eso no significa que unos hayan nacido para ser grandes y otros para vivir en la sombra de los primeros. Tan sólo es que algunos tienen que trabajárselo un poco más. Una vez leí que “la vida no consiste en tener buenas cartas, sino en jugar bien las que uno tiene”.
Cuando entré en la adolescencia aprendí, de una forma no demasiado agradable, que el que no corre, vuela. Las prisas siempre se dice que no son buenas, pero el que se queda quieto parado sí que no se lleva nada. Hay que tener inquietudes y, más que nada, aspiraciones porque si no se vive de forma monótona, en estado vegetal, y mueres igual que naces. Cuando hice este descubrimiento, me prometí a mí misma que cuando llegase a los 80 y mirase atrás, no pudiese evitar sonreír al acordarme de todo lo que había vivido.
También aprendí que sólo hay dos tipos de personas en esta vida: a las que les importas y a las que no. Así de fácil. El primer grupo suelen ser un 5% de la gente a la que conoces. Lo que no aprendí hasta más tarde es qué hacer con el 95% restante. Como dice una gran amiga mía de ese pequeño grupito, no nos queda otra que llevarnos con gente absurda porque si no estaríamos solos la mayoría del día. Y cuánta razón tiene. Para mí esto sólo hace que quiera a ese 5% un poco más.
 En la universidad supe que las oportunidades según llegan se cogen o no, pero jamás esperes que lleguen por segunda vez porque nunca serán igual que la primera, por mucho que nos queramos engañar. Que los que prometen hasta el oro y el moro suelen ser los que menos tienen que dar. Con esos cretinos, piensa mal y acertarás.
Con mi primer amor aprendí que no hay mejor sensación que enamorarse. Merece la pena incluso todo el dolor de la ruptura tan solo por haber vivido esa felicidad. Pero también aprendí que los consejos de las madres hay que seguirlos a pies juntillas. Hay que hacerles mucho caso. Con eso aprendí que el que te quiera alguien no es suficiente. Hay muchos factores más.
Al acabar la carrera descubrí que tú eres tú y tus circunstancias. Tú y tus problemas. Tú y tus soluciones para ellos. No hay que dar por hecho que alguien va a venir a solucionártelos. No. Quizás tengas la suerte de que alguien se ofrezca pero no es lo normal. Cada uno tiene que tirar de su propio carro y que no hay mayor satisfacción que poder decir “misión cumplida”.
Pero lo más importante de todo lo aprendí hace poco: necesitas un ancla, una raíz, algo a lo que volver cuando las cosas vayan mal. Algo que te mantenga firme y te ayude a pasar el mal trago. Algo que te mantenga cuerdo. Yo no encontré al mío hasta hace pocos meses pero, amigo mío, más vale tarde que nunca. Desde que le encontré, he sido mucho más feliz.

martes, noviembre 26


jueves, noviembre 21

Perdonen que no me arrodille


Si os manifestáis, os multan o detienen. Si os multan o detienen arbitrariamente (perdonad la redundancia, dado el contexto) porque osáis defender vuestros derechos y queréis que os hagan justicia, debéis pagar las tasas de juicio. Y, cuando os mienten con el cuento de que vamos a mejor, ni siquiera podréis contradecirles mostrándoles a vuestros hijos sin pan. Siempre saldrá un Don Alguien que les dará la razón, porque es verdad que su economía va bien y que la gente que trafica –hoy me lo ha asegurado el ejecutivo de una inmobiliaria– tiene los brotes verdes brotándoles, de nuevo, de los sobacos, y puede emplear a gente con títulos e idiomas por la mitad del sueldo de un conserje de antes. A la vuestra, a esa pequeña voz de sacrificados en vena, no va a hacerle caso nadie.
Han vencido. Es cierto que ellos salen de la crisis y que ellos, a efectos de supervivencia de su especie, tienen razón. Están surgiendo del túnel, están viendo la luz, conducen la locomotora absolutista, dejan que los indios de la oposición sigan entreteniéndose con sus tonterías durante tantas lunas como sea necesario, y arrastran vagones cargados con miles de silentes borregos a los que esquilar y esquilmar con el beneplácito y para el beneficio del banquero, el empresario y el consejero delegado, nuestra nueva Santísima Trinidad.
Hay que reconocerlo. Se lo han montado de puta madre. Estos más o menos bien nacidos para mandar que constituyen el nuevo antiguo régimen han conseguido un éxito doble. Uno, desarticularnos; y dos, lo que más me duele, celebrarlo en el día en que se cumplen los nunca bastantes años que han caído desde aquel 20-N en el que feneció Francisco Franco, pero no así su Arriba España. La España de Arriba, de los educados matones que no soporta que les muestren una sandalia, de los barrios gangosos donde se respira mejor y en donde el aborto, fraguado y silenciado entre la abuela y la chacha y el ginecólogo de la familia, huele a manta caliente y a confitura de albaricoque. La España de los dos Arturos Fernández, con batines de seda, trajes de etiqueta y moral intercambiables.
Pero no quiero terminar con algo tan amargo. Quiero deciros que todo empieza dentro de uno mismo, que ni arrinconados en nuestra intimidad puede ser, el rendirse, una opción. "No pasarán", el más pisoteado de los lemas, vence verdaderamente cuando se aplica a nuestro interior.
No les dejéis pasar a vuestra conciencia. Ni a ellos, ni a sus mentiras.



lunes, noviembre 18

Amar es sufrir
Para evitar el sufrimiento se debe no amar
Pero entonces se sufre por no amar
Luego, amar es sufrir, y no amar es sufrir
Sufrir es sufrir
Ser feliz es amar
Ser feliz es, por lo tanto, sufrir
Pero sufrir hace que uno no sea feliz
Así, para no ser feliz, se debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad
Espero que estéis tomando nota

Woody Allen
  

domingo, noviembre 17

"Me llamo Y, y me gusta romper cosas.
Me gusta romper cosas para luego juntar las partes que se han separado, normalmente dos; como los padres.
Ves rajitas irregulares que se han formado al romperse y los trocitos que faltan. Son trocitos que caen al suelo, desaparecen, ya no los puedes recoger. Y son justamente esos los que unían las partes y las hacían una. Las brechas que se abren no se pueden coser ni tampoco pegar. Por más que me empeño en encajar las dos partes, siempre fijándome atentamente, hay cosas que no cuadran. Y no cuadrarán jamás. Porque las partes ya no son las mismas. Aunque fuerces, aunque empujes, aprietes y estrujes. Hay algo que se ha perdido por el camino, y por ahí se ha quedado; por el camino. Lo único que puedo conseguir es que se rompan aún más, en más trocitos y partes que van al suelo, a la alcantarilla o por la ventana. 
Me gusta romper cosas, no gente. Y al parecer a la gente le gusta romperme. 
No hay mejor pegamento que el tiempo.
Cuando miro puedo ver tu pegamento,   el tuyo, y el tuyo. Y también el mío. Las brechas que cubre con invisibles al corazón. 
Me llamo Y, y no creo que lo que un día se rompió puede arreglarse. 
A no ser que alguien ponga pegamento de por medio."M. 

viernes, noviembre 15

J.

一日三秋  es una expresión china que se utiliza cuando uno echa de menos a alguien. 
Se dice que, entonces, un día dura tres otoños

jueves, noviembre 14

air light time space


"–you know, I’ve either had a family, a job,
something has always been in the
way
but now
I’ve sold my house, I’ve found this
place, a large studio, you should see the space and
the light.
for the first time in my life I’m going to have
a place and the time to
create."

no baby, if you’re going to create
you’re going to create whether you work
16 hours a day in a coal mine
or
you’re going to create in a small room with 3 children
while you’re on
welfare,
you’re going to create with part of your mind and your body blown
away,
you’re going to create blind
crippled
demented,
you’re going to create with a cat crawling up your
back while
the whole city trembles in earthquake, bombardment,
flood and fire.

baby, air and light and time and space
have nothing to do with it
and don’t create anything
except maybe a longer life to find
new excuses
for."



Charles Bukowski 


miércoles, noviembre 13

Qué tiempo tan desliz


Todos los artículos felices se parecen entre sí, los infelices lo son cada uno a su manera. Puede que ni esa frase ni nada de lo que te vaya a decir a continuación vaya a parecerte novedoso. Pero qué le vamos a hacer, a veces la utilidad está muy por encima de la novedad. O al menos, debería estarlo.
Igual es cosa de la edad, pero ya no me creo ninguna definición de felicidad. Me parecen todas mentira cochina. Frases célebres pronunciadas por gente que jamás hizo caso de las frases célebres. Gente que en su mayoría, encima, predicó con todo menos con el ejemplo. Y de ahí que tampoco me crea a los que que dan recetas y se ganan la vida con ello. Gente que hace de tu ruina, su fortuna. Gente que debería estar en la cárcel, a poder ser en la misma celda que Justin Bieber.
Tampoco creo que tenga nada que ver con la salud, ni con el dinero, ni con el amor. Si no te ha ocurrido ya, espero que te ocurra. Yo he tenido el honor de conocer a gente que no tenía ninguna de las 3 pero que podía levantarte el ánimo con una puñetera mirada. Gente cuya salud le había colocado en el corredor de la muerte y que demostraba más vida que tú y yo juntos. Gente que no lo había perdido todo porque jamás lo necesitó. Y gente que fue tan amante como amada y muy desgraciada a la vez.
A mí perdóname, pero cuando he sido feliz ha sido, normalmente, por accidente. Cuando me he sentido pleno y realizado ha sido, a menudo, consecuencia de algún desliz. Vine al mundo yo como podría haber venido cualquier otro. Me dediqué a lo que me dedico casi porque me encontré como Aznar, trabajando en ello. Conocí a mi mujer -y a mis mejores amigos- por la mayor de las casualidades. Tuvimos un hijo -con mi mujer, no con mis amigos- como se deben tener, sin pensarlo demasiado. Y así, todas las cosas maravillosas que me hayan sucedido hasta la fecha. Y así, todas las cosas malas que vengan, seguramente, también.
Pero eso tampoco quiere decir que la felicidad sea fruto del azar. Ser feliz no es una cuestión de suerte, ni una definición molona sobre un fondo de salvapantallas, ni un estado del alma, ni siquiera una circunstancia que viene y va.
Ser feliz es una decisión.
Miento, lo he dicho mal, ser feliz es LA decisión. La única decisión realmente importante y relevante que hay que tomar en la vida. La única decisión que, una vez tomada, hay que seguir tomándola todos los días. Una decisión que determina tus 3 relaciones fundamentales.
La primera, la relación con tu pasado. Hace poco me preguntaban opinión sobre un asunto “como profesional de éxito”. Para nada me considero profesional de éxito. Precisamente, creo que la profesionalidad -como la felicidad- no depende de tus éxitos, sino de cómo recuerdas, analizas, clasificas y reciclas tus fracasos. Los mejores profesionales que he conocido eran puras plantas de reciclaje de fracasos propios y ajenos. Y la gente más feliz, también.
La segunda, la relación con tu futuro. Como escribió Nikos Kazantzakis, tu libertad -que no es más que el futuro de tu felicidad- depende solamente de qué esperas y qué temes. Si no esperas nada, tendrás las manos libres y limpias, además de que nadie nunca te decepcionará. Y si no temes a nada ni a nadie, nadie te podrá parar.
Por último, tu relación con el presente. La realmente crítica, la más budista, qué rabia me da que Richard Gere se haya colado en este concepto. En el presente, la felicidad se vuelve más mundana, cotidiana, se tangibiliza, se hace cosa y se transforma en alegría, más real, más alcanzable y mucho más verdad.
Por eso, y hablando de budistas, yo prefiero hablar del reino de Bhután, que mide la Felicidad Nacional Bruta desde 1972. Y lo hace mediante 9 indicadores: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno. Vamos, todo lo que se nos está mutilando aquí. Normal que un amigo mío haya decidido tirarse a las 3 eses: Smile, Sport and Sex.
Aún así, miro y admiro a mucha gente que ha decidido mantener su alegría. Pese al entorno. Pese a todo lo gris. O lo negro. Gente que ha decidido que nada ni nadie les va a hacer olvidar que, por jodido que esté el presente, sigue siendo sinónimo de regalo.
Un regalo que, como todos los que vienen sin ticket, es difícil de cambiar.
Pero no imposible.



martes, noviembre 12

Lo mejor de ti

Zig Ziglar, escritor y orador motivacional fue quien dijo en uno de sus discursos: "Si no te ves a ti mismo como un ganador, no puedes actuar como tal".
Leer esta frase me transporta al último estreno que he visto en el cine, 'Rush'. Esta película cuenta, además de la loca y glamourosa vida del campeón del mundo de Fórmula 1 James Hunt, una de mis historias favoritas de cuando era pequeña, esa que me contaba mi padre como ejemplo de valentía y de superación, la de Niki Lauda.
Niki ya era un campeón del mundo antes de sufrir el accidente en el cicuito de Nürburgring que casi le cuesta la vida. Fue entonces cuando el piloto austríaco demostró que, a pesar de las secuelas que le dejaron las graves quemaduras, era más un campeón que nunca: sobreponiéndose a su dolor volvió a conseguir el campeonato del mundo dos años más tarde, cosa que no aparece en la película. Lo que hizo Lauda fue algo increíble y solo puedo explicar su pronta recuperación estando de acuerdo con lo que afirma Ziglar. Lauda se sentía campeón y actuó de la misma manera en el proceso de su recuperación para ser el número uno dentro del hospital y superar circunstancias que solo imaginas posibles en ellos, los mejores del mundo.
Pero si os soy sincera, no creo que esta frase sea del todo acertada. Decidme, ¿cuántos de nosotros nos sentimos campeones en el día a día cuando la vida aprieta, si no llegamos a fin de mes o nos cuesta sonreír a causa de nuestros problemas o de una enfermedad? Igual no muchos. Por eso, creo que aunque no nos sintamos en un principio ganadores, debemos actuar como si lo fuésemos, creciéndonos ante las adversidades, sonriendo a la vida, cambiando nuestra actitud hacia los problemas o llevando las enfermedades con valentía. Y entonces, solo en ese momento, os aseguro que nos sentiremos campeones, y más importante, lo seremos, aunque no haya un pódium con laurel y champán. 
Habremos vencido. 




María de Villota, Un Guiño a la Vida

jueves, noviembre 7


miércoles, noviembre 6

Aprendiendo


Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...


Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes...y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. 


Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. 


Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla. Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado,añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Pero desafortunadamente, solo con el tiempo... 



Jorge Luis Borges 

Hombres de Bien


Desde entonces lo he tenido claro. Un hombre debe ser dueño de sus propias coordenadas. Poder plantarse en un sitio cuando hace falta y poder largarse cuándo sobra. O cuando le da la gana.
 
Para eso vale un coche. Para decidir dónde se come un sábado mirando Google Maps y no el plano de metro. Para volver a casa por Navidad y escaparse cuando los cuñados empiezan a tomar el control. Para hacerse un roadtrip con amigos que acabe como en The Hangover: solazo, deshidratación y "qué coño pasó anoche"
 
A nadie le deseo yo conocer en la distancia a la que puede ser la mujer de su vida y tener que decirle, por Whatsapp, que es que para el viernes ya no quedan billetes de tren para poder visitarla o que "el vuelo de Ryanair sale demasiado pronto y no me puedo escapar del trabajo", que "lo dejamos para más adelante, para otro finde que venga mejor". A nadie. Porque igual que en el comercio, en la vida hay mucho de location, location, location.
 
Con un coche sabes que tras un "qué cojones", un Redbull y medio depósito de gasolina puedes plantarte allí a tiempo para la cena. Y si luego no sale como que esperabas, pues vrooom, vrooom y a otra cosa. O a otro sitio.


J. C

lunes, noviembre 4

Putas y periodistas


Mi periódico pidió años atrás una colaboración a Camilo José Cela y el Nobel español dijo que lo haría por una cantidad de dinero. Cuando desde la redacción trataron de regatear el precio, su respuesta fue enviar el folio gratis y concluir el artículo diciendo que los escritores son como los toreros y las putas, “que pueden torear en festivales o joder de capricho, pero sin bajar los precios jamás”.

La anécdota viene a cuento porque se está poniendo de moda entre los medios españoles pedir artículos, fotografías y vídeos a cambio de nada. Se asume que los periodistas estamos tan desesperados como para trabajar de balde, quizá con la esperanza de que el cliente quede satisfecho con el servicio y vuelva a por más.
Solo que no vuelve o lo hace con las mismas condiciones.
El dinero que ofrecen los que sí pagan se ha reducido a cantidades tan indignas, tan desvinculadas del esfuerzo o el mérito del trabajo, que dan ganas de responder a lo Cela. No enviando el artículo gratis, sino al editor de turno a la mierda. Y los hay que se frotan las manos ante la implantación del periodismo de bajo coste, cabe pensar que porque no leen sus propias publicaciones. ¿Es posible que no hayan caído en que los periodistas, como las líneas aéreas, terminan ajustando la calidad del servicio al precio? ¿Que se les está forzando a producir periodismo de charcutería para sobrevivir?
Lo cuento desde la confortable distancia. Tuve la fortuna de arrancar en el oficio en una época de bonanza. Mi periódico, El Mundo, siempre me ha tratado bien. Pero los medios no pueden hacerse sin los buscavidas del oficio, los colaboradores y reporteros a la pieza que se fajan por conseguir las mejores historias y fotografías, porque les va el desahucio en ello. Hacen mejores a los que nos hemos acomodado en la nómina. Al medio al que se ofrecen. A la profesión.
Por eso es tan injusto que cientos de ellos lleven meses sin cobrar o que se les sugiera que trabajen gratis, diciéndoles que su trabajo no vale nada. “Es la crisis”, dice la canción que sale de los despachos. Aunque nadie recuerda que en tiempos mejores alguien descolgara el teléfono para decir: “Oye, va todo tan bien que hemos decidido pagarte el doble por el último reportaje, ese en el que casi te vuelan la cabeza en Kandahar”.
La crisis sirve para faltar el respeto a los profesionales y a los lectores. Para enviar a la gente a cubrir guerras sin un seguro. Para pedir que se escriba del Congo desde Alcobendas, sin dejar de enviar a tres reporteros a cubrir un partido de fútbol y a media redacción a la última boda de latontocracia. La crisis sirve para despedir a veteranos del oficio que solían hacer una cosa bien (PERIODISMO) y sustituirlos por jóvenes más baratos y explotables que hacen cinco al mismo tiempo, ninguna periodismo.
Solía decirles a los futuros reporteros que habían elegido la mejor profesión del mundo. Una con mucha precariedad, cierto, pero también una de las pocas que no conocen el paro. “Nadie sabe de una gran exclusiva o reportaje que no se haya publicado”, dije en alguna facultad. “Coge la maleta, vete a un lugar del mundo donde estén pasando cosas y empieza a contar historias. Lo peor que te puede pasar es que aprendas, de periodismo y de la vida”.
Por primera vez dudo de la validez del consejo. ¿Irse dónde si cada vez  interesa menos lo que pasa más allá del vecindario y la pelea de gallos que es la política nacional? ¿Vender qué historias si el dinero que se ofrece no paga el taxi, difícilmente el recibo de la luz? ¿A aprender qué si lo que se pide desde muchas redacciones es rapidez y cantidad, despreciando la calidad?
Quizá Cela tenía razón y los periodistas están destinados a ser como las putas: trabajando sin horario ni garantías, a menudo de noche, ofreciendo sus servicios al mayor número de clientes posible y soportando a los aprovechados que tratan de regatear los precios o intentan que el servicio les salga gratis, prometiendo traer dinero y respeto en una próxima visita. Solo que no vuelven o lo hacen olvidando ambos. Otra vez.

domingo, noviembre 3

Último round

Nos volveremos a encontrar.
Eso seguro.
Intercambiaremos palabras blandas,
miradas esquivas,
nos contaremos cosas,
vestiremos de principios nuestros caminos
y un rato después nos despediremos sabiendo que hay historias 
que es preferible terminarlas antes de que acaben contigo
Lo malo de todo eso es que nos dimos cuenta tarde,
cuando ya ardía la habitación,
en el último round,
cuando el amor propio ya era un desguace
.