Que si, que este
tema ya es muy mainstream, muy típico o muy como lo que queráis llamar. Pero
mira, que me da igual. Soy una mujer libre e independiente y tengo derecho a
daros la chapa con esto.
¿Quiénes son los
demás?
Esa gente que pasa por
nuestro lado y a veces llaman a la puerta de nuestra existencia sin avisar o
dando unos leves golpecitos. Esa gente. La gente.
Unas veces se
convierten en una parte más de nuestro mobiliario vital que deja rasguños,
desgastes, pequeñas marcas que nos acompañaran el resto de nuestra vida. Otras
solo están ahí de pega, se quedan el tiempo suficiente para darte cuenta de que
no aportan nada a tu vida, y luego se van igual que han venido. Deprisita.
El problema de todos
estos muebles que ahora digo yo que son personas, es que la mayoría de las
veces los dejamos que se acoplen con demasiada rapidez, sin dar lugar a la
confianza y al afecto con el que se construye una casa desde sus cimientos.
Y yo me pregunto,
¿cuántas veces hemos descuidado amistades de verdad por el mero hecho de querer
intentar cultivar otras que no nos van a llevar a ninguna parte?
Lamentablemente muchas. Y cuando algo malo pasa, o alguna de ellas te defrauda,
acabas recurriendo a las de antes. A las que de verdad sabes que van a estar
ahí a pie del cañón caigan rayos, centellas o cangrejos mutados (todo puede
ocurrir en esta vida). No son un segundo plato. Es que tu has sido un capullo
por haberlas dejado para después de.
Y es que en cierto
modo existen personas que te dejan vacío por dentro. Que entran, se llevan todo
lo que encuentran a su paso y luego salen sin ni siquiera cerrar la puerta y
darte las gracias. Esas son el tipo de personas que hay que evitar y darles con
el bate de béisbol antes de que pongan un pie en el felpudo. Porque en muchas
ocasiones se las ve de lejos.
Siempre he pensado
que las amistades vienen por etapas. La etapa de primaria en la cual tol’ mundo
eh bueno. Luego la de secundaria y bachiller, cuando ya vas definiéndote como
persona. Y finalmente cuando tocar irse, y ahí es de verdad cuando empiezas a
apreciar a todos aquellos que se dignan a cuidar la amistad.
Los demás, esas
personas que al igual que tú viven en el mundo, pasan y luego se van. Es
triste, pero es imposible que todo el mundo tenga cabida en tu vida. Por estas
o aquellas circunstancias pero esto es así. Hay que dejarlas ir para que se
metan en la vida de otros y tengan, o no, repercusión.
Todo se trata del
impacto que hayan tenido en uno mismo. No nos acordaremos de los momentos que
vivimos, pero sí de lo que nos hicieron sentir. Y esto queridos míos, es lo que
al final cuenta.
M.